Una visita realizada por el periodista argentino Nino Ramella a la cárcel de Helsinsky, permite comprobar una verdadera transformación de los conceptos que conocemos en materia de privaciones de libertad.
La prisión de la capital finlandesa no tiene rejas ni cacheos, ni la obligación de dejar llaves o celulares. La visita del periodista tuvo la compañía del Director General de la prisión Jouko Pietila y de Facundo Vila, el Embajador argentino en Finlandia.
De esta recorrida, ubicada en la edición del domingo de La Nación de Buenos Aires, pueden extraerse los siguientes datos sintéticos:
Los presos se denominan "clientes" y si son jóvenes son llamados "alumnos". Todo es impecable, moderno y sin el típico olor a cárcel, según dice el autor de la nota.
Finlandia tiene la menor cantidad de policías por habitante de toda Europa y allí se resuelven más del 90% de los delitos graves. En el interior de la cárcel no hay lugares censurados. El Director golpea la puerta y pide permiso, preguntando al prisionero si acepta charlar con un periodista argentino. Responde que sí, entonces ingreso. En una actitud que denota discreción, el jefe de la prisión se queda afuera charlando con el Embajador Vila.
El prisionero de nacionalidad senegalés, tiene 43 años, está en Finlandia desde el 2009. Responde que está preso por un accidente donde hubo un muerto, lo que ocurrió en el 2014 y le falta un año y medio para salir de la cárcel. Tiene un televisor plasma, baño privado, un placard, mesas, sillas, calefacción y una caldera eléctrica. Se levanta a las 7 de la mañana y hasta las 16.45 tiene la libertad de salir y entrar de su celda, de la que tiene llave e ir a otras instalaciones. 45 minutos a la mañana y otros 45 a la tarde, sale al patio para practicar algún deporte.
Al afirmar por parte del periodista argentino que "dan ganas de pasar una temporada acá", el prisionero responde: "no señor, no diga eso, perder la libertad es terrible".
El jefe de la prisión responde que no hay un pabellón para homosexuales. Aquí no nos metemos en el hecho de si quieren tener sexo entre ellos, incluso hay preservativos a disposición de los prisioneros y lo mismo ocurre con quienes se inyectan drogas.
El jefe de la cárcel dice que "no distribuimos jeringas, pero si una sustancia especial para esterilizarlas y evitar contagios".
El jefe de la cárcel desmiente que haya delincuentes que merezcan el calificativo de irrecuperables "si yo pensara eso -responde- no podría ocupar la responsabilidad de mi cargo. He visto cambios increíbles. Puede llevar tiempo y paciencia, pero le aseguro que hay casos asombrosos".
En materia de castigos, el jefe de la cárcel da otra respuesta inesperada: "el castigo al culpable es la concreción de la venganza personal a través de la vindicta pública. Pero eso es herencia de las religiones que instalaron la idea del castigo para quien quebranta las normas. La sociedad no mejora con eso. El sufrimiento no mejora a nadie, ni desalienta el delito. Por el contrario, lo estimula".
De las 26 cárceles que existen en Finlandia, las dos terceras partes son de régimen cerrado. Hay otras abiertas con muchas libertades y confort y que bien podrían parecerse a algún country con casas espaciosas en medio de un gran parque. En ellas no hay puertas ni cerraduras, y los presos tienen celulares, hacen las compras en la ciudad y gozan de tres días de licencia cada dos meses. No se escapan porque seguramente los van a atrapar y purgarán su pena en una prisión de régimen cerrado.
Tienen sauna (lo que en Finlandia no se considera un lujo). Hay una Iglesia donde una vez por semana se da Misa y una biblioteca digna de los mejores colegios, con libros perfectamente clasificados.
Como los presos tienen garantizada su comunicación con el exterior, existen cabinas telefónicas insonorizadas para que nadie perturbe la intimidad de la conversación.
Los presos trabajan en actividades como por ejemplo la fabricación de las chapas de patentes para los vehículos, siendo remunerados por su trabajo. También fabrican salamandras, parrillas y calderas. Los presos están obligados a trabajar, estudiar o participar de algún programa que puede ser cultural o de tratamiento de recuperación por abuso de drogas.
También hay una terapia psicológica para contribuir al cambio interior que se espera ocurra en cada preso. Lo producido por su trabajo les permite ahorrar para cuando salgan.
El periodista termina su nota pensando en el contraste entre circunstancias tan discímiles entre las cárceles que conocemos y las del primer mundo y se pregunta si han llegado a eso, por tener una comunidad sin asimetrías o si justamente lograron esa sociedad igualitaria por mirar la realidad con otros ojos.